domingo, 31 de agosto de 2014

The Death's Head Quartet (Seth Putnam/Nightstick)

Pues al lío. Difícil elegir por dónde comenzar así que me limitaré a volcar material sin orden alguno.

No es desconocido al mundo del sludge y la heavy psych un grupo único y de abrumadora calidad llamado Nightstick (quienes tendrán su merecida entrada en un futuro). La música de estos tíos reúne muchos de los conceptos que motivan mi blog y agrupa una cantidad de influencias increíble, tanto absorbidas por el grupo como desprendidas hacia otras bandas. Pero un aspecto importante de Nightstick es lo prolífico de sus miembros y las relaciones con otros músicos. Al margen de Siege, payasos bailongos y proyectos de bluegrass, el disco que voy a mostrar es una muestra de experimentación y crudeza sin límites motivado por el noise y el free jazz.

Como compañero de perdición de Seth Putnam, había lógicamente una coincidencia de ideales sociales y musicales entre éste y el batería Rob Williams. Parecían estar completamente de acuerdo en que la verdadera brutalidad sonora se alcanza mediante la distorsión masiva y caótica y la aplicación directa de fuerza física sobre los instrumentos. Este modo de transmitir la demencia y el caos interno se complementa con los ya anteriormente implementados coqueteos de Williams con el free jazz, que dieron un resultado grotescamente eficaz en los temas Grim Reaper, de Siege, y Ultimatum, de Nightstick. Con ello, a la ya potente dupla mencionada se suman el talentoso saxofonista de aquellos dos temas, Jim Hobbs, músico de free jazz con la apertura a la experimentación que ello supone, y Chris Joyce, quien según he podido entender ha interpretado al payaso Padoinka con Nightstick y ha tocado en un grupo de punk rock llamado The Nothings.



El resultado es The Death's Head Quartet. El estilo se podría catalogar de improvisación libre o harsh noise. Se basa en un muro demoledor de distorsión compuesto de exagerados zumbidos y revoltijos de bajas frecuencias del bajo de Putnam junto con chirridos de guitarra agudos, disonantes y caóticos a cargo de Joyce. La batería de Williams queda en algún lugar entre la verborrea percusiva de Keith Moon y una sobredosis de speedball. Los juegos de la caja y las campanas de los platos acentúan lo inacentuable del caos de pesadez valvular de las cuerdas. Sobre todo ello, la línea melódica (si es que se puede llamar así) la conforman el saxo, completamente esquizofrénico, retorcido y chillón, y los gruñidos animales de Putnam, de infalible eficacia para estos menesteres. La corta vida del cuarteto nos dio dos publicaciones: el disco que adjunto, de más de una hora de duración, y un directo prácticamente imposible de encontrar en un local llamado The Joint. El primero sigue a la venta a través de Opposite Records, y podéis bajarlo aquí.

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